¿Sabías que para muchas personas, una de las cosas más escalofriantes es explorar y profundizar en sus pensamientos? Conozco a personas que no le gusta estar en silencio. Incluso cuando se van a dormir, lo que hacen es prender la televisión de su cuarto con el temporizador programado para que se apague después de unos minutos, o poner algún video en su celular, para escuchar un ruido externo que ayude a mitigar su ruido interno mientras se quedan dormidos. Algo que he descubierto es que estas personas, por alguna razón, no les gusta el silencio porque en su cerebro tienden a tener un dialogo interno y eso los hace sentirse incómodos. Y la forma de acallar esos pensamientos es mediante un ruido externo, como el de la televisión o el celular, para acallar ese ruido interno. Me hice consciente de ello hace algunos años cuando me encontraba impartiendo un taller sobre Calidad en el Servicio para una de las cadenas hoteleras más importantes de México. Uno de los ejercicios que diseñamos, consistía en que los participantes del entrenamiento debían deambular libremente por las instalaciones del hotel en completo silencio durante unas 2 horas aproximadamente, incluida la hora de la comida. Debían caminar por pasillos, por las diferentes áreas del hotel, por los jardines, por la alberca, por todos lados y después de un rato, a la hora indicada inicialmente, terminar su recorrido en el restaurante para sentarse a comer… en silencio… Durante todo el tiempo que duraba la dinámica, no podían cruzar palabra con nadie, ni con compañeros ni con huéspedes… con nadie… Al momento de concluir el ejercicio y obtener las conclusiones, la gran mayoría, por no decir que todos los participantes, manifestaron sentir una gran incomodidad al no poder comunicarse con nadie ni con nada durante el tiempo que duró el ejercicio. Algunos llegaron a comentar que sintieron una gran angustia y desesperación. Lo cierto es que la época que nos está tocando vivir, estamos rodeados de una gran cantidad de estímulos, de un ruido incesante todo el tiempo, que nos impide, al menos de forma consciente, dedicar tiempo para conectar con nuestro interior, con nuestros pensamientos, perdiéndonos de esa gran aventura que es el autoconocimiento. No se si estés de acuerdo conmigo pero creo firmemente que tener acceso (indiscriminado muchas veces) mediante la tecnología a correos electrónicos, juntas virtuales, acceso a noticias, o incluso a redes sociales, televisión abierta o servicios de streaming como Netflix, de alguna manera nos cierra la puerta a conocernos mejor. Y cuando, por la razón que sea, intentamos hacerlo voluntariamente o no, nos asusta. Nos angustia. Nos estresa. No nos gusta lo que escuchamos, vemos o sentimos. Nos abruma. Nos aterra. Sobre esto, algunas investigaciones serias como la llevada a cabo por la Universidad de Virginia en los EEUU, encontraron que las personas preferirían recibir primero toques eléctricos antes que estar solos con sus pensamientos. ¡¡Uuupppss!!! ¿Te imaginas? Eso me lleva a pensar que muchos de los problemas que cada uno enfrentamos en nuestro día a día podrían ser subsanados si tan solo nos diéramos permiso de aprender a meditar en silencio aunque fuera por un par de minutos cada día. ¿No lo crees así? ¿Te hace sentido?
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